Sírveme. El camarero ya sabe qué hacer. Él comienza a beber sabiendo el final, sin prisas, y el final está al fondo de la botella. Acompañado por su soledad, cada vez es más nada. Hace tiempo que la oscuridad se instaló en él. El reloj se mueve despacio. Otro trago. "Perdóname si no vuelvo a casa esta noche". Así ha ido dejando escapar lo que más quiere. "Te mereces lo que te pase", le ha contestado. Pero, ¿quien comprende a este loco?. Fuera el ruido del tráfico se va apagando. Llena. No me deis por muerto hasta que caiga de verdad. Vierte sus penas en el vaso, y para pagar ya no le queda, ni siquiera ilusión en calderilla. Una más. Intenta resistir como quien lleva un cuchillo entre los dientes, pero la bebida acaba por derribarlo. Ya en el suelo pide la última mientras oye "Ánimo valiente". ¡Cuanto sufrimiento tengo que padecer para que me llamen valiente!
Sentir y vivir la irrealidad. Escapar y abandonarse en lo auténtico, forjándolo, aunque el resultado no convenza, pero es nuestro y es lo que hay...
jueves, 7 de noviembre de 2013
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Cuántas soledades se ahogan en el alcohol, o cuántas soledades produce el alcohol...no es ninguna valentía pero...somo humanos!
ResponderEliminarMe ha gustado el relato y la canción me ha encantado!
La carencia de compañía busca nocivos aliados.
ResponderEliminarun fuerte abrazo
La frase final es demoledora. Buen relato, bien guiado, acompasado y ofreciendo a cada trago un sorbo de realidad.
ResponderEliminarBesos de gofio.
Escribe usted muy bien, señor JACC
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